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Esposos Héctor y Luz Helena Plazas Durán

Colombia



Nuestra historia inicia con una invitación a la comunidad indígena los Piapocos. Mi nombre es Luz Helena y el de mi esposo Héctor, el Señor nos permitió ver su gloria, y allí nos enseñó a estar dispuesto a recibir, pero más a dar. Durante una semana servimos en la cocina alimentado a más de 80 chicos, vimos la mano de Dios en cada detalle, en la manera como los alimentos rendían y los más especial es ver como Dios colocó en nuestros corazones un amor por los misioneros. Recordamos de manera especial, como el día miércoles de esa semana mi esposo al terminar de realizar los alimentos se puso a arreglar las sillas como si estuviera esperando una visita y aunque no conocíamos a todos los chicos pues venían de El Salvador, de Guatemala y de otros lugares, los chicos comenzaron a llegar a este lugar que Dios había dispuesto como una cita del cielo y empezamos a hablar con ellos y juntos comenzamos a adorar, y el Señor empezó a ministrar en sus vidas de una manera muy especial, al terminar, ellos dieron el testimonio de que todo lo que se había orado por ellos, era como que si nosotros los conociéramos anteriormente y esto permitió que ellos se liberaran de muchas cargas. También el señor nos permitió tener un tiempo de ministración con los lideres de la comunidad donde en ese tiempo se pudo compartir de la palabra y para ellos también fue un momento de recibir palabra de aliento por parte de Dios para ellos; una vez más Dios nos mostraba la importancia de dar en vez de solo recibir. Estas experiencias marcaron nuestros corazones pues nos permitieron entender que cuando vamos debemos ir a dar de lo que Dios nos ha dado, y cuando no podemos ir personalmente a estos lugares, sí podemos orar e interceder por cada misionero. Por último, queremos invitarlos a que busquen al Señor en lo secreto, en la intimidad y de manera individual, de ahí viene el verdadero conocimiento y la enseñanza de Dios porque para ir a estos lugares se necesita de la unción de Señor y estar dispuestos a que sus labios profesen la Palabra de Dios, la personas que allá viven necesitan conocer que hay un Salvador eterno.